lunes, 23 de mayo de 2011

El bueno, el feo y el malo

"Y llegó a mis manos la última edición del día. El periódico rezaba unos titulares llamativos y sensacionalistas. Leerlos me causaba grandes risotadas al denotar los sutiles matices hipócritas en aquellas palabras yermas de sentido. Lo interesante de verdad vendría después, en la necrológicas. Una era realmente peculiar:
"Llega el momento en que uno se plantea si es bueno, si es feo,o si es malo. Qué es qué o cómo llegar a cuánto de qué son cuestiones que surgen cuando ya sabes que no estás en el baricentro de este equilátero denominado perfección entre ambos términos. Pero la perfección... ¿es tangible? ¿es real? ¿es un concepto o es una combinación?
Un hombre puede ser bueno: amar y ser maltratado por ello, maltratado por el karma aniquilador de su propia sombra imperfecta, su egoísmo psicológico innato e inmanente en la ignorancia de su supervivencia de herencia animal y noble, tras sus inocentes y cuidados altruismo y generosidad (respectivamente cultivados en el seno de su bondad infinita).
Un hombre puede ser feo por fuera o por dentro: puede elegir entre conocer esa parte oscura de su conciencia aminal y dotarla de raciocinio o darle rienda suelta a su propia necesidad de maldad. Es la parte más maravillosa del bien y del mal, la elección.
Y finalmente un hombre puede ser malo: puede amar por encima de todo, incluso de él mismo y de todo lo que le rodea, o puede cazar, dando paso a su maldad oscura en una amalgama de su amor y su ambición (¿es locura?).
Perfección es la mezcla del hombre bueno que un día fue feo por dentro y llegó a ser malo. Solo el diablo aconseja bien y sabe del ardor del fuego pues está en su interior el aliento del deseo, de la lujuria y el mal. Pero sobretodo la inicencia de la incomprensión de su propia existencia. Perfección es la armonía entre la bondad de amar, la fealdad de la existencia y la maravillosa maldad de saber amar.
Y no soy perfecto, solo soy un rapsoda en las sábanas, un cuentista en las nubes de su propia tormenta de arena que es su rapsodia: su historia que habla por si misma en todos los idiomas, en todas las lenguas, en todos los simbolos universales. Entra dentro y saca todo lo bueno, todo lo feo y todo lo malo. Para mí, tu padre, eres perfecta. Hoy has muerto.
D.E.P. Rapsodia Andaluza"

Arabesque Noir - Parte 1ª


Continuación
La secretaria avanza decididamente hacia la gran puerta blanca del despacho del prefecto de policía.

-Señor prefecto, hay unos hombres que desean verle inmediatamente. Dicen ser de la Cía.*
El prefecto, le hace una seña para darle a entender que sí.
-Pasen caballeros.
El violinista y el pianista pasan.
-Disculpen al señor prefecto, hoy no podrá atenderles debidamente ya que sufre de algunas molestias en la garganta- Le disculpa la secretaria rubia de bote con gafas de pasta.
-Tranquilo señor prefecto- Se dirige el pianista.- Venimos solo a que nos escuche. Tenemos algunos asuntos de los que hablar.
La puerta se cierra y el prefecto los incita amablemente, con gestos, que tomen asiento. Intenta hablarles pero apenas surge de su garganta un tímido carraspeo y el prefecto se lleva las manos a la garganta. Los agentes, realmente bien vestidos y, por ello, poco discretos, se sientan al otro lado del escritorio.
-Se preguntará que hacen dos agentes de una agencia de inteligencia extranjera en su comisaría.-Comienza a hablar el pianista.- La cuestión es que en primer lugar, estábamos investigando un lugar llamado “Arabesque Noir”. Mi compañero y yo nos habíamos infiltrado como músicos para adentrarnos en aquel suburbio y ganarlos la confianza del dueño, el señor Moreau,-El pianista comienza a entrelazar los dedos, lo cual genera un ruido agudo del roce de los guantes de cuero negro- con el fin de verificar si el extraperlista que le pasaba el alcohol era un viejo amigo del tío Sam. Pero, -El prefecto le escucha con el ceño fruncido. El violinista lo mira fijamente a los ojos mientras el pianista se comporta de una manera más natural.- Anoche la cosa se complicó. Murió un agente suyo llamado ¿Lemoine? ¿He pronunciado bien?
El pianista sonríe. El violinista le acerca un portafolio elegante al pianista, quién se levanta para abrirlo sobre la mesa. El prefecto mira por encima del portafolio abierto con curiosidad.
-Sabíamos que él también estaba investigando lo del extraperlista, junto con una actriz que habíais contratado para infiltrase.- El pianista coge un dossier y se lo lanza sobre la mesa.- Ahí está toda la información que hemos podido recoger sobre el asesinato. Todo esto lo conseguimos ilegalmente, pues casualmente mi compañero estaba casi en el lugar del crimen. Vio al asesino huir por la ventana.- El violinista asiente.
-Y… y entonces- Comienza a hablar el prefecto con muchísima dificultad y en voz baja, con la voz distorsionada- ¿querréis participar conjuntamente con nosotros, como una especie de… detectives adjuntos?
-Si bueno, la historia es complicada señor Peyronel. -Dice mientras se incorpora al asiento- Mejor póngase cómodo. Por cierto, ¿le importa si fumo?
El prefecto hace un gesto como diciéndole que no le importa, tras intentar hablar de nuevo fallidamente.
-Humm, -Musita el pianista con el cigarro en la boca mientras se cachea la chaqueta- Qué fallo- Dice al quitárselo de los labios.- ¿Tiene fuego?
El prefecto Peyronel asiente mientras saca un zippo de platino con símbolos exóticos.

*CIA o OSS (oficina de servicios estratégicos, predecesor de la CIA), todavía por deternimar dependiendo de si el relato contunuará o no -debido más bien a su posible adaptación histórica-.

martes, 17 de mayo de 2011

Cathartica

  Purificarse. Encontrarse a uno mismo en el fin del bienestar. Ser. Simplemente ser. Para mí ser es encontrarse. Y para mí encontrarse es conseguir el bienestar, la belleza, el sentido. El bien. A mí mismo. A los que amo. A veces es difícil encontrar el sentido. Otras veces es imposible. Aun así, sin entender demasiado el porqué, intento lanzarme a la catarsis, aferrándome al autosugestionado prejuicio de que es este el camino a seguir. 


   Sin embargo este mismo camino sufre bifurcaciones. Dualidades opuestas que llevan al mismo sitio en teoría. Dualidades que exigen más de lo que uno puede imaginar. Imaginar el olvido o hasta cierto punto el enterramiento en sí de uno mismo en su propio raciocinio, es la locura de la purificación cuando fallas en el proceso.  Cuando fallas por miedo. Por dolor.  Es el error de buscar el bienestar de esa manera que te crees correcta, pensando sólo en el hedonismo banal y superficial que no es más que una vaguedad sentimental en la que te crees feliz cuando avanzas en tierras pantanosas. Tu tumba es ahora tu bienestar. Pero es mentira cuando crees que estás ahí, sobre rocas en el pantano, cuando crees en tu bienestar y lo crees correcto. No es verdad pues esas rocas son meras sugestiones de barro que sucumben tarde o temprano al peso de tu corazón, quien ha sido más sensato y se ha desatado de tu razón.

Arabesque Noir - Parte 1ª

   Continuación
   La música ahora es una sutil arabesca de piano y violín. El local ofrece música en directo ciertos días a la semana. Hoy es uno de esos días. Han pasado dos meses y la joven se ha convertido en la estrella del local. Su belleza es simplemente sobrecogedora, tierna, sublime. Ella está en una mesa con un hombre, ganándose su sueldo de espía. Sobre la mesa, un cigarro se ahoga presa de la indiferencia.
-Debes de estar cansada de que todo el mundo te pregunte qué haces aquí ¿no?- El hombre agota su vaso de whiskey.
-Son gajes del oficio.- Ella no le mira, se hace la interesante- Si preguntar te hace feliz,- Lo mira fugazmente a los ojos y vuelve a pasar de él- pregunta. Para eso me pagas.
Ella rescata el cigarro de su letargo y con una simple calada lo termina de apagar.
-Permíteme darte fuego preciosa.
El hombre saca un zippo de platino con símbolos exóticos.
-Gracias.
El aire se volvió a llenar de mortífero humo de tabaco, expulsado ahora por la joven.
- Y dime, ¿a qué te dedicas?
La mujer lo mira con una excitante indiferencia, como pasando de él e interesándose al mismo tiempo. El hombre se acerca a ella y le hace un gesto para que se acerque también.
-Soy policía.
-¿De verdad?- Ahora se mostraba interesada realmente. Están muy cerca, cara a cara, casi rozándose.
-No, soy un ladrón.- De repente la agarra con las dos manos de la cabeza y le besa enérgicamente. Después se echa a reír.- ¡Camarera, un par de whiskeys!- Grita a una mujer vestida de bailarina del vientre que pasaba cerca de la mesa. Ella asiente y rápidamente se dirige a la barra.
La joven se traga su orgullo. Recuerda porqué está haciendo esto y sonríe forzadamente.
-Lo que te haga feliz- Murmura mientras se reclina otra vez en su asiento con una vidriosa mirada.
Ajenos a todo esto los músicos terminan su actuación y se retiran a un rincón de la sala.
-¿Crees que esto está dando resultado?- Le comenta el violinista en inglés al pianista.
-Sinceramente, no lo sé- El pianista da una prominente calada a su cigarro.
-¡Eh! ¡Vosotros!- Les llama la atención el barman con marcadísimo acento parisino- ¡Nada de idiomas raros!
-¡Oh, lo siento…emm… sentimos… mucho monsieur! Mi amigo y yo comentábamos sobre la improvisación y bueno esto… nuestro francés es… muy… limita… limitado, oui, como para traducir los… ¿conceptos? musicales.
-Pues nada de inglés. Viene en el contrato bien explicado. Ya hablareis en vuestro estirado idioma cuando no trabajéis aquí.
Los músicos se miran. El pianista le hace una seña y sonríe.
-Primero, sonríe.- Dice en inglés e inmediatamente la expresión del violinista se vuelve risueña, como si le estuviera comentando algo gracioso- Hablaremos en clave a través del cifrado americano, como en Moscú. Ahora riámonos.
Y los dos comienzan a reír a carcajadas. El barman los mira con cierto desprecio y musita “Malditos putos americanos”.
Lemoine entra por la puerta y el hombre que acompaña a la joven, al verlo, se escabulle.
-Cariño, he de ir un momento al servicio. No te muevas.
Ella se percata de que la presencia de Lemoine pone nervioso a su acompañante, pero no se atreve a preguntar. Se limita a asentir y a reclinarse en el asiento. Lemoine tarda unos instantes en darse cuenta de dónde está la joven y avanza a duras penas entre las mesas llenas de gente que repletan el local. Antes de nada, Lemoine se quita el sombrero y lo deja encima de la mesa sin soltarlo. Parece inquieto.
-Preciosa, tenemos que hablar. Es urgente.- Su cara expresa preocupación y estrés. Generosas gotas de sudor resbalan sobre su frente. Al percatarse, saca un pañuelo de un bolsillo interior de su gabardina y se seca.
-Me tenías preocupado Lemoine. Han pasado dos semanas desde la última vez que te vi.
Los ojos de Lemoine buscan entre la multitud.
-Estamos en peligro. No sé cómo, no sé quién, ha contratado a un asesino para darnos caza.
-Pero… ¿qué?- Ella se acerca  por encima de la mesa, con insólito asombro, al derrumbado Lemoine, que permanece ahora con una mano en la frente y moviendo la cabeza de un lado a otro, como intentando asimilar todo esto.
-No puede ser…-Se lamenta Lemoine.
El violinista falla  en la resolución de una séptima.
-¡Claire!- Alza una mano la joven- ¿Le puedes traer un vaso de agua fría a Limoine?- La camarera asienta. Limoine sigue mirando entre sus dedos al sombrero que agarra firmemente sobre la mesa. Sus tendones están tensos.-Gracias cariño- Le dice gentilmente a la camarera que responde con una generosa sonrisa, ajena a lo que ocurre- Bebe un poco, tranquilízate- Le coge la mano del sombrero y nota como se destensa. Con la otra le levanta la barbilla y le obliga a mirarle a los ojos.- ¿Qué hacemos?
El pianista falla la resolución de una sexta aumentada alemana.
-No lo sé.-Mira un momento a la joven y al instante vuelve a negar nerviosamente con la cabeza.- No lo sé, Nadine. Cuando me lo ha dicho el prefecto de policía hace apenas unas horas… que se comentaba en los barrios marginales que… que se ofrecía una recompensa por nuestras cabezas, -La vuelve a mirar con una expresión de pena, de pesimismo. Traga un poco de agua- solo se me ha ocurrido ir a recoger a tu hijo del hospital y dejarlo en un lugar seguro, en la casa del prefecto y… bueno venir aquí a por ti para volver…
En ese momento la camarera aparece con dos whiskeys.
-No sabía si traerlos, como el hombre que los ha pedido se ha ido…
Lemoine mira fijamente a Nadine.
-¿Cómo que se ha ido?- Pregunta alterado- Nadine, ¿cuándo?
-Justo al verte.- Lemoine se levanta y comienza a buscar alrededor, a girar sobre sí mismo, como intentando ver algo sospechoso en el local.
-¿Pasa algo Nadine?- Pregunta preocupada la camarera
-¿Por qué no me lo has dicho?- Se reclina Lemoine sobre Nadine, apoyando el peso del cuerpo sobre sus brazos encima de la mesa, con una mezcla de enfado y temor, temblando.
-Pensé que era uno de los delincuentes a los que incomodas cuando vienes. Todo el mundo sabe aquí que eres policía.- Lemoine vuelve a analizar el local en busca de sospechosos.- Además, no parecía…- Mira a la camarera, piensa un poco, espira- nadie peligroso.
-¿Nadine…?-Insiste la camarera ahora realmente preocupada.
-No pasa nada Claire, de verdad.- Nadine sonríe hipócritamente de manera magistral.-¡Vete o Simeon te regañará por no atender las mesas!- Le dice con tono alegre.
-Por dónde se ha ido. Y hace cuánto.
-Desde que has llegado. Creo que dijo que… al servicio.
-Mira,- Saca un papel y una estilográfica y escribe una dirección.- Si no vuelvo en cinco minutos, vete a casa del prefecto. Toma, aquí tienes dinero de sobra para un taxi. No te fíes de nadie.
En un segundo, Lemoine coge su sombrero y se dirige velozmente hacia el servicio. Nadine hace un gesto como de querer retenerlo, pero queda con los brazos en alto.
-Lemoine…-Murmura ahogadamente.
Bajo su gabardina, Lemoine agarra con firmeza su revólver. Entre aplausos los músicos acaban su improvisación.
-Emm, Simeon, -Se dirige el violinista al barman- iré un momento al… excusado- Le dice mientras señala en dirección al servicio.
-Pero vuelve pronto, maldito holgazán.-Le regaña- Putos americanos. Se creen los amos del mundo.- Dice mientras seca un vaso con un mugriento paño, al mismo tiempo que el pianista comienza a improvisar.
Lemoine entra en el servicio de caballeros y se encuentra al hombre del encendedor fumando, mirando por la ventana.
-Tú, date la vuelta.- El hombre ni se inmuta. Sigue fumando y mirando por la ventana-Venga, ¿eras el que estaba con Nadine?. –Al fin, tras una calada profunda, tira el cigarro por la ventana. Se dirige a Limoine observando por la ventana.
-Tranquilo Limoine, soy yo.
Lemoine deja de apretar su revólver. Esa voz familiar lo tranquiliza.
-Creía que era el asesino. -Avanza lentamente hasta ponerse al lado del hombre.

domingo, 8 de mayo de 2011

Devuélvase al remitente

Granada, 23 de Octubre
2009

   Hacía ya bastante que no te escribía. Bien pueden hacer seis meses que no cojo una libreta y un lápiz y pienso qué contarte...
   Realmente ahora no sé de qué hablarte. Todas nuestras conversaciones parecen inócuas, incómodas en algunos momentos... parecen que hablan del tiempo y no van más allá.
   En fin, tomamos decisiones, unas más duras y otras no tanto, pero en el fondo todas son inevitablemente transcendentales de un modo u otro. Te estarás preguntando de qué hablo. Ya deberías saberlo. Deberías notarlo cuando hablo contigo y mi voz se desgarra tras mi imagen de felicidad. No digo que no sea feliz. De hecho esta es una de las épocas más felices. La cuestión es que no sé porqué. Es difícil saberlo porque no es lógico.
   ¿Es lógico que sea feliz ahora? ¿Es lógico que te diga estas cosas el día de tu cumpleaños? Ambos sabemos que no.
   Sabemos que es irracional que te diga estas cosas ahora, después de tantos meses de silencio que ha sido ya perdonado; irracional el hecho de que mantenga una reminiscencia voluntaria de ti; e irracional el hecho de que la necesite. ¿Acaso no es una forma de autodestrucción? ¿No se ha de evitar a toda costa todo esto? Hay poderes mayores que la propia racionalidad. ¿Sabes ya a lo que me refiero?
   Decía que a nuestras conversaciones les faltaba algo. Ese algo somos nosotros. Ambos sabemos que yo sólo sé hablar de nosotros. De lo que nos une y de lo que nos separa.
   Debería remontarme al día que nos despedimos para explicar mejor lo que ocurre: cuando colgamos el teléfonos sentí que no había hecho lo correcto, que había cometido un error portándome así contigo pero tenía que seguir adelante. Decidí olvidar y vivir desde otro punto de vista. Era imposible. Como aquel que no puede dejar de sentir su propio corazón y que cuando mira a cualquier sitio solo ve a alguien. A ti. Puedes imaginar lo duro que fue, al igual que puedo hacerme una idea de cómo te sentirás tú. 
   Sin embargo el tiempo pasó y mi metamorfosis due creando el ser que soy ahora. Metamorfosis decadente, metamorfosis ascendente. Según se mire. A los ojos de los demás sería ascendente ya que ante ellos parezco feliz. A los ojos de alguien concreto no soy más que inmundicia: ante los ojos de mi yo antiguo, persistente dentro de esta crisálida de feliz hipocresía.
 ¿Porqué digo todas estas cosas? Porque quiero que sepas que pese a lo que me cuesta pensar en ti de otra manera, -porque cada vez que oigo tu nombre mi alma se abre en dos personas diametralmente creadas para ser opuestas- aún así, saco tiempo para escribirte.
   Sé que no es justo decirtelo. No hoy. Y no es justo que cuando te hable por teléfono sea otro, que me convierta en ese ser hipócrita, mezquino en sí mismo y traidor de su propio corazón. Pero a día de hoy nada es justo. No son buenos tiempos para los idealistas, y la justicia es un ideal bastante extendido.

Arabesque Noir - Parte 1ª

Continuación
   Es de noche. El frío es poco habitual en julio pero aquel verano estaba siendo anómalamente fresco. Unos tacones se acercan desde la lejanía a una oscura figura que se revuelve en la sombra.
-Te dije que te abrigaras- Grita la joven.
-No me acostumbro a este frío, no es natural.
-Dime que es completamente necesario lo que voy a hacer.
-Preciosa, ya te dije que te necesitaba dentro para poder investigar este local.
- No me llames preciosa. Parezco toda una furcia con todo esto encima. O mejor dicho, con lo poco que llevo encima.
-Concéntrate. El prefecto de policía quiere que esto sea discreto y sobretodo seguro. No está bien visto que los policías usen a civiles para investigar.
-Un día soy actriz en un teatro de mala muerte en el peor barrio de París y al siguiente estoy colaborando con la policía.
-Chssst, calla. Estamos cerca.
Un sutil cartel repleto de bombillas tintadas en blanco magnificaba el nombre del local: Arabesque Noir. Una mujer vestida de can can daba la bienvenida a la joven y al policía una vez dentro del vestíbulo.
-Monsieur Lemoine, el señor Moreau le espera en su despacho. Si son tan amables de seguirme.
   Los tacones de la mujer resuenan en el suelo firmemente, con brío. Por el camino hacia el despacho, la joven queda maravillada ante la exquisita decoración del local: exóticos motivos árabes cubren todos los rincones. De entre las paredes se cuela una música oriental y un suave tintineo metálico provenientes de una sala contigua.
-Aquí se baila la danza del vientre. Es una de las mayores atracciones fetichistas del local. –Le comenta por lo bajini Lemoine.
La mujer se detiene ante una enorme puerta sin decorar, con una vidriera de cristal, y la abre mientras hace gestos de que entren. Cuando al fin los dos se encuentran en el amplio despacho, la mujer cierra la puerta y se escucha como sus tacones se alejan a sus espaldas de vuelta al vestíbulo.
-Señor Lemoine - Dice un hombre alto que está preparando un brandy con hielo en una esquina del despacho- cuando me dijo que me traería una espléndida jovencita con la que agasajar a mis clientes, en un principio pensé que me estafarías, como suelen hacer el atajo de malparidos que trabajan para mí. Pero -Echa otro cubito de hielo que rebota  y gira irregularmente dentro del vaso- le di un voto de confianza por eso de ser un policía. Al fin y al cabo, vosotros desmanteláis muchos locales de dudosa reputación y bueno,- Da un sorbo y se gira al fin hacia los dos con una sonrisa de satisfacción- en alguno tendría de haber alguna belleza exótica.
-De eso quería hablarle señor Moreau.-Lemoine se quita el sombrero y lo estruja nerviosamente entre sus manos- Pensé que algo exento de ese exotismo del que hace gala el local sería lo que realmente estaba buscando. Esta mujer, con rasgos europeos, vestida de árabe y bailando la danza del vientre, podría llamar la atención de una manera más…-Sus nervios son latentes en los balbuceos. Moreau lo mira con una ceja arqueada mientras da otro sorbo a su brandy-  podría resultar más… esto… sugerente a los clientes. Más llamativa por el… esto… contraste- La expresión de Lemoine es cansada del esfuerzo, casi interrogante.
-¿Lo has pensado antes o después de no encontrar a una chica morena como me prometiste?
Moreau se echa a reír y Lemoine le sigue la corriente tras unos breves momentos de indecisión tensa.
-Tú, acércate.
   Lemoine ve alejarse de su lado a la joven actriz. La ve encaminarse directa al infierno, que esperaban los dos que fuera rápido y poco degradante.
-A ver.-Dice mientras se sienta en una esquina del enorme escritorio- Gírate lentamente para que pueda apreciarte, preciosa.
Son unos momentos realmente duros para la joven. Se siente como una mercancía, como un jarrón de barro haciéndose en el torno, dando vueltas esperando la aprobación de aquel hombre que la devora con la mirada de sorbo en sorbo de brandy.
-Veremos que tal queda como dices Lemoine. -Se vuelve a dar la vuelta para dejar el vaso vacío, con los titilantes cubitos de hielo girando en su interior. Se inclina un momento para abrir un cajón del escritorio.-Ahí está el pago.-Lanza una sugerente bolsa repleta de dinero sobre la mesa.- Ahora, si no va a disfrutar de mi hospitalidad, le ruego que se marche. A algunos clientes les incomoda la presencia de la policía.-Dice mientras se sienta, se pone unas gafas de lectura y comienza a ojear unos papeles con cifras que saca de otro cajón del escritorio.
-Faltaría más señor Moreau. Pero déjeme primero que disfrute de ella una última vez. ¿No me cobrará verdad?- Moreau le mira con una sonrisa difícil de describir entre la cortesía y el aborrecimiento, como una sonrisa que se desdibuja hasta llegar a una amarga mueca que Lemoine no llega a apreciar porque ya está cruzando la puerta junto con la joven.
-Ya sabes dónde están las habitaciones.- Le dice otra vez mirando a los papeles, justo en el preciso momento en que Lemoine le vuelve a mirar para asentir tímidamente y cerrar la puerta del despacho con suavidad.
   Minutos después, los dos vuelven a estar a solas en una de las habitaciones lúgubres y depravantes del Arabesque Noir.
-Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer.
-Todavía no lo entiendo. Lo has visto con una botella de brandy, brindando a nuestra salud, violando la ley seca y riéndose de ti, un policía que no lo puede detener.
-Cree que somos amigos. No puedo romper esa falsa ilusión por una simple botella. -Se sienta y comienza a fumar mientras observa a la joven andar de un lado para otro.- Me ha costado mucho que confíe en mí. Ven. ¡Ven!-Le hace un gesto de querer cogerle la mano. Ella se para, lo mira y accede. Con el cigarro humeando en su boca le coge las dos manos a la joven- Te contaré porqué es importante esto. Él es un hombre de negocios y mueve mucho dinero. Tiene el suficiente como para permitirse reírse de un policía y brindar a su salud. Puede comprar al abogado del diablo.
-Lemoine, si tan poderoso es, -Le interrumpe- ¿qué diablos hago yo aquí? ¿Qué aporta el testimonio de una pobre prostituta ante un jurado vendido?
-Calla preciosa. Mira, es muy simple.- La mirada de Lemoine era protectoramente tierna- No lo podrá comprar si las pruebas son tangibles. Debes averiguar dónde guarda el alcohol que vende y a quién se lo compra. Sólo así podremos detenerlo y juzgarlo ¿entiendes?
   La mujer comienza a respirar fuertemente mientras mira al vacío. Se está mentalizando para dejar de ser ella, para perder su dignidad. Rendirse al mal menor. Al fin vuelve a mirar a Lemoine.
-¿Me prometes que mi hijo se curará si encarcelo a ese cabrón?
-De eso se trata preciosa. Por eso estás aquí.

lunes, 2 de mayo de 2011

Arabesque Noir - Parte 1ª

   La luz se entreteje en el ambiente al alba a través de la ventana. Las sombras que producen los pocos rayos que se aventuran a entrar desfiguran los perfectos cuerpos yacentes en la cama. De pronto suena un viejo timbre de despertador que estremece al hombre. La mujer, a su lado, permanece fuertemente agarrada a su torso como si su último aliento dependiera de ello. El timbre sigue sonando y ninguno hace nada para pararlo. Permanecen quietos como esperando que se calle, que no estropee esta sensación tan maravillosa antes del despertar, cuando aún te estás destetando de la fase rem, cuando aún sigues en el sueño,  apunto de aterrizar en la realidad, en esa línea divisoria que se hace más y más fina con el rumor estridente del timbre. Entonces el hombre decide lanzar su brazo derecho a ciegas para golpear el despertador y hacer que pare. Lo alcanza y lo tira al suelo, pero no con la mano. Cuando se da cuenta, aún con los ojos cerrados, pretende averiguar que tiene en la mano y aprieta los dedos contra un artilugio de metal. Se despierta al escuchar como el tambor de su revólver gira y el martillo golpea, pero no dispara. Sonríe al ver que unos brazos femeninos le abrazan fuertemente e inusualmente gélidos. Con dificultad, se libera de esa prisión para incorporarse a la cama y dejando el revólver en la mesa auxiliar, repara en que el despertador aún sigue con su música.
-Cállate amiguito- Dice con un cigarro pendiendo de sus labios y a la espera de ser encendido.
Se levanta y comienza a rebuscar en la mesa auxiliar. De pronto para y vuelve a sonreír.
-Aquí estabas-
   Buscaba un zippo de platino con símbolos exóticos grabados. Lo abre intentando encenderlo pero no tiene gasolina. Entonces empieza a cachear en los bolsillos de sus pantalones en busca de unas cerillas. Una pequeña caja de fósforos de un local de copas le serviría mientras su encendedor permaneciera sin combustible.
-Arabesque Noir- Musita mientras avanza hacia la ventana abierta de par en par en la que ya se cuelan generosos rayos de sol.- Debió de ser una noche interesante.
   Tras contemplar el paisaje aletargado que se muestra al amanecer en la ciudad de París con un semblante trágico y melancólico, el hombre se da la vuelta para contemplar, ahora, la belleza de la mujer que lo aprisionaba en su abrazo.
-¡Maldita sea!- Exclama al ver la mujer muerta con un enorme boquete en el pecho- ¡Ahora tendré que lavar las sábanas!